Opinión de
LEONARDO BEVILAQUA
en 06/11/2013
REESCRITO PARA AJUSTAR ALGUNOS DETALLES. El Siglo es un diario referente de grandes épocas. ya remotas lamentablemente, de excelente factura periosítica, en particular bajo la dirección de Álvaro Gómez Hurtado, y más adelante, años 80, de su hijo Mauricio Gómez. Pugnaz, intenso, ágil, ha sido su estilo, aunque sus periodistas deben sortear lo inevitable: las severas limitaciones económicas. Sus lectores son invariablemente los llamados "godos" o azules. Su mejor tradición periodística se vio desvirtuada hacia los años 70 por la presencia proverbial de políticos costeños, buena parte de ellos originarios de Bolívar, según dos de ellos fueron sus directores, ambos ya fallecidos: Alfredo Araujo Grau y Hugo Escobar Sierra, avezados senadores. En la jefatura de redacción, en consecuencia, anduvo un señor Emilio Severiche Pérez. Bajito, rechonchito, bastante coqueto, dicen que antes de asumir fue enfermero de los Seguros Sociales. En su oficio de elaborar editoriales, que por supuesto le era ajeno al punto de ser una bragueta muy activa, solía embejucarse. Es decir, ponerse de mal talante, suerte que asumía rompiendo cuartillas y cuartillas, denominación que se daba en el ejercicio a largas tiras de papel en las cuales se tecleaban las noticias. Las susodichas cuartillas provenían del papel sobrante de gigantes rollos de los dispuestos para la impresión del periódico en la rotativa. Retales, que llaman. A falta de inspiración, y muchas veces bajo los efectos de la resaca --eran los años más bohemios del periodismo-- el pequeño hombre estallaba en broncas por falta de fluidez en el tecleado de su vieja máquina Remington. El resultado: decenas de pelotas de papel con párrafos interrumpidos. El mensajero por muchos años fue un hijo de Pensilvania, Caldas, que luego trabajaría en la Presidencia de Belisario Bertancur. Era Carlos Julio González, parte de cuyas funciones consistía en ir a la cigarrería de la vuelta, carrera 13 entre calles 15 y 16, a traer de modo subrepticio la consabida dosis de Aguardiente Néctar. La planta de redactores, unos 10, tecleaba hasta sacarle chispas a sus máquinas, en lo que parecía no una sala de redacción, sino una fábrica. De muchos ilustres periodistas que por allí pasaron puede recordarse a los hermanos Alfonso y Gonzalo Castellanos, Hernando Sánchez, Raúl Osorio (Rasor), Elías Matus, Gabriel y Ariel Cabrera, María Eugenia Martínez, Arturo Bustos, Harada De San Martín, Guillermo Tribín Piedrahita, Héctor Troyano Guzmán, Ignacio Neissa, Javier Ayala, Eliécer Ortega, Camilo y Fernando Tovar Ramos, Hernán Silva, Joselyn Cuervo, un monteriano de apellido Castro, Enrique Parra (El Fantasma), Hernando Sánchez Giraldo (Sangiral), Hernando Mateus Ortega, los Libardos Gil Ceballos y Tirado, uno de apellido Salazar, muy callado él; Carlos Julio Guzmán, Alirio Bernal, Daisy Cañón, Julio Abril, Aida Luz Herrera, para citar parte de una tradición de los años 60 y 70. ¡Gran época aquella, cargada de gente buena, honorable, mística y además bohemia. Diagramador: un señorazo, Alfonso Pérez, que además formulaba los pronósticos de la hípica (concurso del 5 y 6) en las carreras del Hipódromo de Techo. ¡Si recordar es vivir! Y había colaboradores externos de lujo, como Fernando Dangond Uribe, Hernán Tovar Ramos, Juan Gustavo Cobo Borda, Ben Hur Sánchez, Hugo Barti, que hicieron del inolvidable suplemento literario dominical todo un hito de la cultura y del saber. En el departamento de fotografía destacaban, digámoslo en algunos por apellidos, la memoria no alcanza para todos, Luis Velasco, Rodrigo Valderrama, Barajas, Vargas, Angel Vargas, Castro Gaitán, entre los que flotan en esta evocación. En contabilidad había una chica despampanante, Betty González, de Honda (Tolima) que deslumbraba por sus "hot-pants" (pantaloncitos calientes) y una recepcionista muy carismática, Ángela Niño, de Cúcuta. Tiempos idos, pero tiempos felices los de aquel "Diario de La Capuchina", en la Calle 15, costado norte, abajo de la Carrera 13. Quiera Dios que El Siglo perdure como su nombre, por todos los siglos de los siglos. Amén.